El diario (4): Viajar para contarla

En China comencé a escribir un diario, a veces para recordar el pasado y otras para hablar del presente, o todo junto. Ahora, un año después, me decido a publicarlo en pequeñas entregas /

triciclo gigante china
Un paisaje de un pueblo de China, lleno de triciclos gigantes.

25 de agosto del 2016, en algún lugar de China /

Intento ser lo más preciso posible con el presente y el pasado, con los sentimientos y con las intenciones. La mayoría de los viajeros cuando escriben agrandan las historias. O por lo menos eso creo, porque soy desconfiado. Desconfío del ego humano.

¿Por qué volví a escribir? Me motivó un libro, «Viaje de escritores» (Vogyages d´écrivans), que en el prólogo, escrito por Hervé Bentégeat, dice: «Todos los viajes son fecundos pero no producen lo que uno espera que produzcan. Habían salido buscando una quimera inalcanzable, pero los escritores nunca vuelven con las manos totalmente vacías. Ellos han hecho una provisión de impresiones y de encuentros que el recuerdo va a transfigurar. Lo que el exotismo no llegó a realizar, la memoria lo hará. Es el segundo viaje el que importa, el que uno hace en su cabeza a partir de los restos del primero».

Al leer ese párrafo pensé que no era demasiado tarde, y que podía intentar recordar algunos momentos del viaje. Rescatar algunos restos. Escarbar en los escombros. Después, por alguna razón, no puedo evitar escribir sobre mi vida anterior a la partida. Es demasiado tentador. Y tan lejano que no encuentro ataduras ni miedos de escribir del mí anterior como si de un personaje de novela se tratase.

Así que el otro día, mientras pedaleaba, agarré el micrófono y empecé a grabar. Era la subida hacia el pueblo tibetano de Xiahe en la provincia de Gansu. Y a pesar de la agitación que me provocaba la combinación de ejercicio, altura y grabación, avancé como un loco largando todo lo que pasaba por mi cabeza. Hoy, días después, escribo todo aquello que grabé, puliendo la brutalidad de las palabras, decorando, corrigiendo y ampliando con algunas desviaciones que espero tengan algún sentido.

La fórmula sería así: pedalear, grabar, parar, transcribir, pulir, desviar coherentemente.

Un ejemplo crudo de la grabación: «Estoy cansado. Esta subida de m—– no termina más. Y está lleno de esos camiones ruidosos con un diseño espantoso. Mirá: ahí viene uno. Por el ruido parece un helicóptero. Pero no, es como un camión pequeño con una sola rueda adelante. Lo usan los campesinos para mover cosas, pero el ruido que hace es insoportable. Es como una triciclo gigante. Son horribles, pero son útiles. Ahí vienen. Escuchá: ¡papapapapapapa!».

Impresentable.

Triciclo gigante china
Otra foto del triciclo gigante.

Ahora estoy intentando escribir pero no me puedo concentrar. Porque mientras escribo me distraigo viendo videos de Messi. Hace años que miro videos de este futbolista que gana millones de euros y yo pierdo el tiempo con él. Especialmente veo los resúmenes de cada partido. Pero en youtube no pongo «barcelona vs sevilla», por ejemplo. No. Pongo «messi vs sevilla», porque lo que me interesa es ver cada pelota que toca. Es demasiado fútil, lo se. Debería avergonzarme. Pero también es demasiado bueno. Afirmo, proclamo, declaro: que para aquel, o aquella, que ama el fútbol, en la actualidad no hay otro jugador que provoque tantas cosas cada vez que toca la pelota.

En China no anda youtube. Está bloqueado, como todo lo que viene de Google. En otras palabras, los chinos se cabrearon con Google. Así que tengo que usar un VPN (Virtual Private Network), o sea: un programita que simula que te estás conectando desde otra parte del mundo. Así puedo engañar al bloqueo y veo los videos: «messi vs valencia», «messi vs bilbao», «messi vs real madrid», etc.

La cosa es que mientras uso el VPN tengo la sensación que del otro lado hay un salón lleno de chinos (muchos chinos) trabajando para el gobierno, reclutados por sus habilidades con las computadores, combatiendo a los infractores. Porque nunca puedo estar más de media hora. Siempre se corta y tengo que volver a conectarme: una vez desde Dallas, otra vez desde Estocolmo y otra desde Sidney. Hasta que me canso y abandono el vicio.

Y me agarra la paranoia.

Pienso que cuando quiera salir de China me van a detener por hacerme el piola y me voy a quedar preso por 7 años. Espero que la embajada Argentina se ponga las pilas.

¡Qué ridículo que sería! ¿Te imaginás?: «Argentino preso en China por conectarse ilegalmente a Youtube para ver los partidos de Messi».

Lo sigo porque siempre, en cada partido, tengo la esperanza y la sensación de que hará algo increíble. Como tantas veces que agarró la pelota en la mitad de la cancha y se gambeteó a medio equipo rival. Y el ego agradecido, porque es Argentino. Nacionalismo estúpido. No voy a hablar. Y me agrando cuando pedaleo con la camiseta de Messi puesta y uno grita «¡Messi!». Y también aclaro a la gente que nos encontramos en el viaje, cuando el lenguaje me lo permite, que yo nací (miento por 70 kilómetros) en la misma ciudad en la que nació Messi. ¡Y mirá que el mundo es grande! La gente en Turkía, en Irán o en Kazajistán no lo puede creer.

Pero en China perdí ese estimulo. Primero porque acá de comunicación poco y nada. Siempre andamos por el campo o por pequeños pueblos, y en esos lugares, encontrar a un chino que hable inglés es más difícil que conectarse a Internet. Y segundo porque a los chinos no les interesa mucho el fútbol.

¿Y para esto volviste a escribir?

Guau.


3 comentarios en «El diario (4): Viajar para contarla»

  1. Muy bueno! Me hace reir imaginar lo que vas contando. Soy de Carcarañá. Y así cómo vos decís Messi nació a 70 Km de mi ciudad natal, yo digo mirá este pibe dando vueltas por el mundo y estudió en el anexo de Carcarañá donde estudié yo y su ciudad de origen está acá a 25, 30 km? Y está haciendo una gran proesa!! Largarse a recorrer el mundo! Éxitos en tus siguientes caminos!!
    Adriana Silva

  2. Jajaja! Tal cual lo que decís, Adriana!! Yo rambién, cada vez que cuento acerca de Andrés y su proeza, lo hago como si fuera un poco mía. Esa es la maravilla de la gente que tiene el don de contar (y de escribirlo), te meten en su mundo y en sus historias hasta que no sabés si lo que estás leyendo le pasa al escritor o a vos… Pero, Andrés, espero que llegue un tiempo en que, como Forrest, decidas parar y vuelvas a tu hogar, acá o en Francia… Abrazo!

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